Muchos de nosotros, inmigrantes hispanos, nos concentramos en lo esencial de nuestra vida cotidiana, trabajando en Montreal y viviendo tal vez fuera de la ciudad o en la misma ciudad. Tuve que esperar que la COVID 19 me impida viajar al extranjero en busca de calor caribeño y decidirme a explorar una región fuera de Montreal: la Península de la Gaspesie. Para mi suerte, este verano ha sido excepcional lo que ha hecho que la península sea visitada por muchos turistas de Montreal y de otras regiones pudiendo apreciar mejor su belleza natural.
Carleton sur mer
Empecé por la región de la Baie de chaleurs (La bahía del calor), llamada así ya que, al ser una bahía, sus aguas son más tibias que las del golfo de Gaspesie. Podría catalogar la temperatura del agua como la del mar del Océano Pacifico, agua fresquita para apagar el calor de verano. En Carleton sur mer, sus playas tienen más bien guijarros que no hacen tanto daño como las piedras. No hay mucha arena. Pero el sentimiento de frescura y de olor a mar salado es magnífico. Pero lo más impresionante es admirar la cadena de montañas verdes de los Apalaches. Toda una historia se dibuja a través de estos paisajes de tarjeta postal. Sin duda, le encantará degustar un salmón, bacalao o un fletan y una langosta de la región admirando este paisaje. Así mismo, podrá descubrir cervezas locales ya que la Microbrasserie le Naufrageur las ofrece en su terraza o al interior. Visitamos la tienda Chop sur mer, donde encontré de todo, hacen sus propios pretzel con harina orgánica, salsas de ají, cervezas locales, paté y terrinas así como chocolates peruanos ya que un comerciante gaspesiano importa el cacao de Perú.
Un poco de historia
En esta región, vivieron los amerindios, hace miles de años, denominados Micmacs. En esas épocas, los Micmacs cazaban, pescaban y cosechaban frutas silvestres para su sobrevivencia. A la llegada de los europeos, en el Siglo XVI, el francés Jacques Cartier toma contacto con los Micmacs pero su relación se vuelve trágica ya que impacta el modus vivende de los amerindios. A pesar de este desamor, cabe mencionar que los Micmacs enseñaron a los europeos a sobrevivir en esa vasta naturaleza, como capturar a los animales, la pesca del salmón, los pejerreyes, las langostas, los camaroncitos y como desplazarse sobre los ríos durante la densa nieve. La medicina de los amerindios salvó muchas vidas de los llamados blancos en la época. Hoy en día los habitantes Micmacs en Quebec se encuentran en las ciudades como Gaspe, María, y Restigouche contando con alrededor de 2,000 habitantes. Asimismo, en todo el Canadá, los Micmacs se encuentran en las provincias del Nuevo Brunswick, Nueva Escocia, la Isla de Príncipe Eduardo y las Nuevas Tierras.
Los Micmacs, como se nos contó, en el paseo guiado del centro de interpretación GESPEG, eran personas pacíficas y trabajadoras, buscaban siempre mejorar sus técnicas de caza y pesca, así como la creación de sus instrumentos y útiles de trabajo para la sobrevivencia del pueblo. Fabricaban ellos mismos sus barcas, sus cestos para transportar agua, sus redes de pesca eran elaborados de ramas de muchos tipos de árboles, pegados con la savia de pinos rojos. Por ser tan pacíficos, no fabricaron muchas armas. Los Micmacs, grandes pescadores, crearon el círculo de la pesca donde durante 8 meses podían abastecerse de diversos tipos de pescados y secarlos para la dura época de invierno.
La Roca Perforada
Percé es una ciudad pintoresca que atrae a muchos turistas debido a su imponente roca calcaria perforada de más de 450 mt. de largo, 90 mt. de ancho y 85 mt de alto. Su nombre sobreviene debido a los huecos formados en forma de arcos creados por las explosiones del mar sobre la inmensa piedra. En sus comienzos había 4 arcos, pero hoy en día solo queda 1 arco de 30 mt de ancho. Los arcos fueron destruidos por diversas erosiones incluyendo la de 1845 que dejo un pilar llamado el obelisco. Muchos poetas, artistas, escritores han inmortalizado a la roca debido a su enigma y fascinante forma. Cuando pasea por la calles de la ciudad de Percé, es inevitable admirar este enorme peñasco, y en un día soleado el panorama es espectacular, ¡ni que decir de las maravillosas puestas del sol sobre la roca y el mar!
Los alcatraces y la Isla Bonaventure
Para poder ir a la Isla Bonaventura, puede tomar un crucero a partir de la ciudad de Percé que lo llevará hasta la Isla. El trayecto en el crucero dura 45 minutos de ida, pero recorrer toda la isla le tomará alrededor de 3 horas y media. Se recomienda llevar su refrigerio y agua ya que no hay agua potable en la isla. Existen dos pequeñas tiendas donde encontrará bebidas gaseosas, snacks, y agua. Llegar al refugio de los alcatraces es casi una bendición, debido a que usted entrará en contacto con estas especies que son casi 60,000 parejas que vienen a hacer sus nidos desde fines de marzo y parten en octubre hacia el Golfo de México. Podrá observar cómo cantan, cómo protegen a sus crías, cómo marcan su territorio y cómo se tratan cómo parejas a solo unos metros de usted lo que le dejará con la boca aiberta. La Isla Bonaventura es una extensión de las montañas Appalaches en las aguas del golfo. Descubrirá a través de su recorrido en la isla, sus hermosos acantilados, focas bañandose y las casas que pertenecieron a los hermanos Le Boutiller, primeros propietarios de la Isla ya que después paso a manos del gobierno de Quebec creando el Parque Nacional de la Isla Bonaventure.