Palabra que deriva de la anglicana sigla covid-19, toma el nombre a nivel mundial por coronavirus disease 2019 o de uso corriente como coronavirus.
Si apareció en Wuhan-China- Asia, es lo menos relevante, ya que ahora es una nefasta tara que ha tomado al mundo como su escenario, y con ello a la humanidad entera poniendo en riesgo su propia vida.
La característica del mortal virus no hace diferencias entre países del llamado primer mundo con los menos afortunados en vías de desarrollo, eso sí, su letalidad es más inmisericorde con las personas de la tercera edad y/o de bajas defensas inmunológicas de cualquier estrato económico-social.
Siendo así, el Perú no es ajeno a la pandemia que a cada instante cobra vidas compulsivamente en nuestro planeta y, aunque nuestras cifras de contagiados (700) y fallecidos (04) sean significativamente menores al Asía, Europa y EE.UU. en lo que respecta al continente americano, incluso dentro de la región misma, no deja de ser preocupante.
Porque el combate al coronavirus significa actuar con inusitada rapidez, que implica políticas de índole social y económica, en el rubro último mencionado, nuestro país no cuenta con mayores recursos que le permitan una eficaz respuesta al actual flagelo de la humanidad cosificado en la mente de nosotros los humanos, como una granada rodeada de puntas lista para estallar en cualquier momento y lugar.
Las actuales estadísticas del daño ocasionado en Asia, que vienen superando especialmente China y Corea del Sur, pero siendo altamente letal en Europa, y en países como EE.UU. en América, nos muestran un panorama bastante aterrador cuando nos arroja a la cara una estadística de 11,000 muertos, con más de 266,000 infectados en progresión a nivel mundial sobrepasando los 170 países.
Perú con un PBI (Producto Bruto Interno), de US$ 215.000 millones aproximadamente, va a disponer, de acuerdo al Decreto de Urgencia 029, dado el 20 de marzo por el Presidente Martín Vizcarra, para afrontar el coronavirus de US$ 714 millones (0.33%).
Las clases en la mayoría de colegios y universidades son dictadas por sesiones de internet. Las mencionadas disposiciones han sido dadas para cumplirse hasta el fin de mes, con cargo a evaluación, y ver si es necesaria una prórroga de la medida, que de darse representaría una pérdida del 46% de nuestras exportaciones. Por el momento el COVID-19 ya ocasionó que China disminuya en 16% sus compras hacia el Perú.
La informalidad laboral conforma el 70% de la PEA (población económicamente activa), y en ella se encuentran alrededor de 3 millones de peruanos en situación de vulnerabilidad económica; para ellos el gobierno ha dispuesto un bono de S/ 380 (US$108.50).
También se ha dispuesto la compra de 1 millón 600 mil pruebas para descartar el COVID-19. Así mismo se vacunarán contra el neumococo a 1,5 millón de adultos mayores y entre otras acciones la SUNAT (SUPERINTENDENCIA Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria), brindará facilidades tributarias a los contribuyentes.
Lo actuado en el campo económico ya le cuesta a la incipiente economía del país, más de un tercio de punto del PBI. No sabemos qué pasará al cumplirse las 2 semanas y si serán suficientes para afrontar las pandemias; lo que sí sabemos es que nuestra población en su mayoría no puede y/o no debe salir a trabajar, por riesgo a infectarse y nuestra economía también de alguna forma comienza a debilitarse.
Ante la realidad que se nos presenta, urge producir, exponiendo al mínimo a nuestra población a una posible infección, por lo tanto, y echando mano de un principio económico que las grandes máquinas y tecnologías, son altamente rentables y necesitan de menos personas, estas actividades son la minería, la agroindustria y la construcción, que se realizan en lugares cerrados e inamovibles (clusters).
El gobierno, el nuevo congreso, y empresarios deben confrontar el COVID-19, haciendo que su población cuide su salud a la vez que produce económicamente hablando, unos desde sus hogares gracias a la tecnología comunicacional (internet) y otros ocupados en producir desde lugares estables. Vale exhortar al presidente a que lidere y destrabe las grandes obras paralizadas; urge la tarea para salir adelante y desoiga a la vocinglería anarquista del desarrollo.